martes, 26 de enero de 2016

Hoy vamos a ver... Cinema Paradiso


En esta entrada vamos a hablar del clásico italiano por excelencia. Una película que ha sido denominada como “el mejor homenaje que el cine se ha hecho a sí mismo”. Estamos hablando de Cinema Paradiso.
Cinema Paradiso es una película italiana dirigida por Giusseppe Tornatore en 1988, un poco más actual que las películas que estamos acostumbrados a analizar, pero, ¿por qué dedicamos un análisis a esta película que “apenas” tiene más de 25 años?
Pues porque Cinema Paradiso es una de esas películas que encontramos en cualquier lista de películas imprescindibles, y no les falta razón. Este film es de obligado visionado al menos una vez en la vida de cualquier persona (sin necesidad de llegar a las al menos 10 veces que aquí el que escribe la ha visto).
Y no solamente por sus escenas míticas (de las que hablaremos), por la incomparable música de Ennio Morricone que acompaña el metraje (aquí podéis escuchar una de las canciones más famosas del film, o por unos personajes que se nos quedaran grabados en lo más profundo. A todo esto debemos añadir algunas lecciones de vida que Cinema Paradiso nos enseña y de las que debemos aprender.
Fue ganadora en 1989 de la famosa estatuilla dorada, el Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa.
Pero comencemos con nuestro análisis

VIAJAMOS A LA PEQUEÑA ITALIA

La historia comienza cuando Salvatore (Jacques Perrier) recibe la llamada de que su viejo amigo Alfredo (Philippe Noiret) ha fallecido. A partir de entonces Salvatore comienza a recordar su infancia en un pequeño pueblo de Italia, cuando aún era conocido como el pequeño Totó, y cuando el mayor entretenimiento del pueblo era acudir al cine, a fin de evadirse del sentimiento de desolación que azotaba la Italia de la posguerra. Totó es uno de los muchos huérfanos que ha perdido a su padre en la guerra, y cuya madre se niega a aceptar la nueva situación de su familia. Para él el cine es el recurso “mágico” que le hace escapar de esta realidad.
Es en este cine donde traba amistad con el proyeccionista, que le enseñará su oficio y con el que la relación se convertirá de una amistad a una relación padre-hijo. Pero un día ocurre un terrible accidente en el cine y Alfredo queda ciego tras un incendio. Será a partir de este momento cuando Totó se haga cargo del oficio de proyeccionista, consiguiendo su sueño. Vivir por y para el cine.
Veremos a nuestro pequeño protagonista crecer, pasando de ser un pequeño travieso a un adolescente responsable, que compagina sus estudios con el cine, se hace cargo de su familia y conoce a su primer amor.
Es el amor en todas sus dimensiones el principal eje central de la película, el amor por el cine, el amor por la familia, el amor pasional… y es este último el que nos deja una de las primeras lecciones “Las de los ojos azules son las más difíciles”  o porque no debemos esperar durante 100 días a la persona que amamos (entenderéis esto cuando veáis la película).

EL CINE COMO EVOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD

Es en el cine Cinema Paradiso (refiriéndome aquí al edificio en sí, no a la película en general) donde vemos también el sistema de clases de la sociedad italiana de la época y cómo evoluciona esta diferencia de clases.
En un primer momento vemos el enorme control que las autoridades eclesiásticas ejercen en la cultura. Como el sonido de la campanilla significa que la escena debe ser censurada por considerarse inapropiada e inmoral, y la indignación de la gente por el hecho de no poder ver un beso en una película.

La propaganda de guerra y del estado ocupa también un lugar importante en las películas, sabiendo que es la forma más rápida de llegar al pueblo a través de las películas de Luchino Visconti o de Charles Chaplin.
También vemos la diferencia de clases que tiene lugar en el mismo cine. Donde los más poderosos y adinerados son los que ocupan los mejores palcos, llegando incluso a escupir a los que se sitúan “por debajo de ellos” (figurada y literalmente hablando).

Imborrable es la escena donde Alfredo hace que el cine “salga a la calle”, proyectando la película en la plaza y llegando a todos aquellos que no pueden entrar a verla, y son muchas las lecturas que podemos hacer de ello.

Pero con el paso de los años esta situación va cambiando. La privatización del cine con la construcción del Nuevo Cinema Paradiso tras el incendio, da lugar a la desaparición de la censura (provocando la alegría general del pueblo) o a la reducción de privilegios de las clases más altas.

Vemos la evolución de muchos de los vecinos de ese pequeño pueblo italiano, no solo de los protagonistas. Desde la pareja que se conoció en el cine y que con los años vemos que forma una familia hasta el vecino afortunado que ganó la lotería y que pasa de la clase baja a ser uno de los más ricos empresarios del pueblo.

LOS BESOS QUE EL CINE SE ROBÓ

Una de las lecciones más importantes que nos enseña Cinema Paradiso es a la necesidad de crecer. La necesidad de despegarnos de nuestras raíces, de abandonar los fantasmas del pasado para seguir adelante. Nuestra vida, como el cine, siempre tiene que ser planteada a lo grande, y eso es lo que Alfredo siempre ha pretendido enseñarle a Totó.

En una de las escenas finales, Alfredo se despide de nuestro protagonista en la estación y le dice que no se deje llevar por la nostalgia, que no regrese al pueblo. Su futuro es más grande y no puede renunciar a él por la comodidad de la vida que ya conoce. Es en este momento, cuando Salvatore parte en el tren, y sentimos esa despedida como si fuera nuestra, como si fuésemos nosotros mismos los que estamos abandonando ese pequeño pueblo italiano, ese momento en el que hemos renunciado a la vida confortable y segura que conocíamos en pos de un futuro incierto.

Salvatore, convertido ya en un hombre de éxito vuelve a su pueblo para el entierro de Alfredo, y es aquí donde contempla como su viejo hogar, el viejo Cinema Paradiso es derrumbado. Los tiempos han cambiado, ya nada es igual que como él lo conocía, ahora el cine es simplemente un juego.

Y despedimos Cinema Paradiso con su escena más memorable, la escena final, donde Alfredo cumple la promesa que hace durante los primeros minutos de la película, darle a Totó todos los fotogramas que se habían censurado, todos los besos que el cine se perdió.




2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias Ernesto. Sin duda una obra maestra del séptimo arte. Seguiremos revisionando los clásicos y compartiendo esta pasión que tenemos por el cine.

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